martes, 22 de noviembre de 2011

La decisión final

Curioso, muy curioso. Estoy en mi habitación, cosa que ya de por sí, es difícil. Bueno, ya me entendeis. Y sí, hablo al colectivo, de los que estamos, en esa franja de edad, que los inconscientes, y los optimistas, dicen que es la mejor. Esa franja de los adultos...

Bien, ese es otro tema aparte. La cuestión, es que está lloviendo.
Sí, ya sé que es superbueno, y bla, bla, bla. Que la vida se abre paso con la lluvia, y que los campos florecen, y las coliflores se hacen hermosas, y que el polvo, el de las partículas que fluyen suspendidas en el aire, desaparece. Y vamos, que todo son parabienes, y más bla, bla, bla.

Pero resulta, que siempre me asalta la misma duda. Seguramente, no es una duda existencial. Ni siquiera es una duda importante, o que pueda cambiar el rumbo de los acontecimientos. Es una duda, que me comprime. Porque, vamos a ver, no hay forma humana de acertar, lo que sin duda, estresa, desestabiliza, es chocante.
Y por si fuera poco, te condiciona para el resto de la jornada, sin mencionar, que de resultas de ello, hasta te puede fastidiar un negocio, o incluso, dar una deplorable imagen.

Por cierto, antes de seguir, tengo que modificar eso de empezar una frase con Y. Lo he leído hoy en un escrito de mi primo el artista. Lo tengo claro. Si lo dice él, así debe ser. Aunque confiesa que fue su profesor de no sé muy bien qué, el que lo dijo.

Pues, sí, ahí estoy, intentando dilucidar la decisión. Sigue lloviendo, y si mañana sigue así, habrá que lanzarse, y decidir...

Botas, botines, zapatos, zapatillas de deporte, botas de agua...
Siempre entra agua...
Difícil, muy difícil.

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